La escucha tiene mucha importancia porque es la base de su autoestima y seguridad
¿Cuál es la esencia de la crianza?
Yo definiría la crianza como llevar a buen
puerto a nuestros hijos pero no sólo a nivel físico (darles comida,
higiene, ropa, etc.), sino también a nivel psicológico. Esto es, mirar
que tengan una autoestima elevada, que sean felices y todas esas cosas
que son muy importantes para el desarrollo de cualquier persona. Para
mí, esa es la base y la esencia de una buena crianza.
¿Qué necesita un niño para ser feliz?
Diez cosas: amor, amor, amor, amor, amor, amor, amor, amor, amor y la última, que intentemos eliminar el miedo de sus vidas.
El miedo es de las cosas que más
traumatiza en este mundo. El pasar miedo, miedo a morirte, a pasar una
enfermedad, a que se mueran tus padres... Por lo tanto, para que una
persona sea feliz tiene que recibir mucho amor y sobre todo estar
tranquila y no tener miedo en su vida.
Una de las maneras de definir la felicidad
es la ausencia de miedo. Así la definió Eduard Punset. Cuando tú no
tienes miedo eres feliz. Y si no tienes miedo y al lado tienes amor,
amor, amor, amor y más amor pues es mucho mejor.
Así que, lo único que un niño, como cualquier ser humano, necesita para ser feliz es amor y no tener miedo.
¿Qué aportan los niños felices a la sociedad?
Los niños aportan muchísimas cosas. La
primera y quizás la que contestaría todo el mundo es alegría. En un
pueblo donde hay niños hay alegría y ésta la aportan los niños a la
sociedad o donde quiera que vayan.
Aportan también ideas nuevas. Los niños
son una fuente inagotable de sugerencias, de ideas, de formas diferentes
de hacer las cosas, son inspiradores de poder hacer las cosas incluso
del revés, de crear, de imaginar... y luego sucede que a veces esos
niños cuando son mayores consiguen hacer realidad esas ideas nuevas a
las que jugaron de pequeños. Recordemos que nuestros ordenadores
salieron de unos chicos que jugaban en un garaje y uno se llamaba Steve
Jobs y el otro Bill Gates.
Otra cosa importantísima que aportan los
niños y que los adultos no valoramos lo suficiente es la gran virtud que
tienen de saber perdonar. Un niño se enfada con su padre y cuando le
perdona, le perdona de verdad. Ese niño jamás volverá a echarle a su
padre en cara nada de esa discusión o enfado. En cambio un adulto se
enfada con su hijo y lo retraemos mil veces. Los adultos decimos que
perdonamos pero en realidad no perdonamos, porque lo volvemos a recordar
a posteriori. Cuando un adulto se enfada aunque haga las paces si en
otra ocasión vuelves a tener una discusión sale de nuevo esa discusión
antigua. Los niños no. Ellos no te lo recuerdan nunca.
¿Cuál
es la diferencia entre un niño feliz y seguro y un niño con poco
contacto físico, poco escuchado e inseguro para su futuro como persona
adulta?
Te voy a responder esta pregunta con un
experimento que hizo Harlow hace muchísimos años y que viene perfecto
para contestar a esta cuestión.
Harlow cogió a unos monos y los metió en
unas jaulas con un dispensador de leche a un lado y un mono de peluche
que se parecía mucho a su mamá de verdad al otro lado. Pensó que si
ponía a un lado el dispensador de leche y al otro el peluche el mono se
iba a pasar todo el rato pegado al dispensador de leche porque un
peluche no le puede aportar nada y se dio cuenta de que no fue así.
Observó que esos monitos se pasaban el
día abrazados a esa mamá de peluche que les recordaba a la suya, que les
daba calor y que tenía pelito. Y, solamente cuando tenían mucha hambre,
para sobrevivir, se estiraban sin dejar de tocar el peluche para tomar
leche y se volvían. Harlow volvió a repetir el experimento sin el
peluche y se dio cuenta de que estos monos se hacían grandes porque se
alimentaban pero nunca pudieron ser reintegrados a la camada porque eran
agresivos contra los otros y contra ellos mismos.
En todos los estudios que hizo Harlow a
lo largo de su vida concluyó que lo que nos hace psicológicamente sanos y
aptos para vivir en sociedad es la cantidad de contacto y de cariño que
recibimos cuando somos pequeños.
Esto que hizo Harlow en los años 50,
actualmente las neurociencias lo han venido a corroborar y se ha
comprobado que niños que reciben más contacto físico y más amor desde
que nacen tienen más conexiones neuronales que los que no lo reciben, y
por lo tanto, aquellos que no lo reciben siempre van a tener carencias.
¿Cuáles? En cada niño será diferente. Pero sí que es cierto que todos
las tienen. La mayoría, evidentemente, a nivel psicológico: baja
autoestima, inseguridad, etcétera, pero se ha comprobado que también las
tendrá a nivel físico. Hay niños que presentan pequeños retrasos a
nivel madurativo, que aprenden a hablar más tarde o que aprenden a andar
más tarde, que aprenden más tarde las tablas de multiplicar... y en
ocasiones estos retrasos están conectados con que el niño haya recibido
menos cariño y menos contacto físico.
¿Qué importancia tienen los besos, los abrazos, las caricias... en los niños?
Los besos, los abrazos, las caricias, los
mimos... son los ladrillos con los que se construye la correcta
personalidad del niño. Sin eso no hay una correcta personalidad.
¿Cómo podemos los adultos ayudar a los niños a encontrar su felicidad?
Primero la hemos de dar nosotros. Un niño
pequeño no puede buscar la felicidad por sí mismo. A un niño de 5 meses
no le puedes ayudar a encontrar la felicidad.
Yo creo que el camino para ayudar a los
pequeños a encontrar la felicidad estaría compuesto de varios pasos y el
primero de ellos es proporcionársela nosotros a través de besos,
abrazos, mimos, caricias...
El niño debe sentir la felicidad, saber lo que es esa sensación.
Una persona que nunca ha sentido
felicidad no la podrá encontrar porque no sabe lo que busca. Así que
primero tienes que ser feliz y los padres tenemos que hacerles feliz.
Los padres debemos ayudar al niño a sentir la felicidad con cosas que le
hagan estar feliz y que el niño reconozca que esa sensación le gusta y
la otra no. Una vez que el niño ya sabe lo que es ser feliz, le podemos
ayudar a buscar cosas en su recuerdo que le hagan sentir de nuevo esa
felicidad.
¿Cómo? Cuando veamos que el peque está
poco mustio le podemos hablar y evocar recuerdos y acciones que le
hacían sentir esa sensación agradable: -¿te acuerdas...? -¿quieres que
hagamos...? -¿te apetece...? Pero un niño que no sabe que ir al cine no
sabe si le produce felicidad si tú le dices - ¿quieres que vayamos al
cine? Te mira sin saber si quiere ir o no al cine porque no sabe lo que
le va a proporcionar. En cambio si el niño reconoce la acción de ir al
cine como algo que le gusta mucho y que le pone feliz, evidentemente te
dirá que sí.
Y, una vez que el niño reconoce esta
sensación tan buena y es capaz de sentirla, entonces le podremos ayudar a
buscarla en ellos mismos y en lo que les rodea. Éste sería el segundo
paso.
Y, por último, cuando ya son mayores y
ellos son capaces de reconocer perfectamente que es lo que les cambia el
estado del ánimo, cuando se sientan tristes sabrán negociarse su estado
de ánimo por ellos mismos.
Es frecuente que las opiniones de los niños no son tenidas demasiado en cuenta por los progenitores o adultos de su entorno, ¿Qué importancia tiene la escucha y el respeto de las aportaciones de los más pequeños en una familia?
Lo que quizá la familia y los adultos no
sepamos es que cuando no tenemos en cuenta la opinión de los niños
estamos atentando contra un artículo de los Derechos del Niño,
concretamente el artículo 12. Éste dice que:Los Estados partes
garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio
propio y el derecho a expresar su opinión libremente en todos los
asuntos que afectan al niño teniéndose debidamente en cuenta las
opiniones del niño en función de la edad y la madurez.
El niño tiene derecho a ser escuchado y a
expresar su opinión y los adultos, sin embargo los adultos nos pasamos
los derechos del niño por donde queremos. Se ha comprobado que en la
mayoría de los países del primer mundo las opiniones de los niños no se
tienen en cuenta o cuando se tienen en cuenta, la mayoría de las veces
se consideran opiniones de segunda.
Yo creo que a los niños hay que tenerlos
en cuenta desde pequeñitos y debemos de respetar y escuchar atentos sus
opiniones, así lo indica la Convención de los Derechos del Niño. No dice
que se les haga caso pero sí que tienen derecho a opinar y nosotros
como adultos debemos de escucharlos.
La escucha tiene mucha importancia porque es la base de su autoestima y seguridad.
Un niño escuchado y cuya opinión es
tenida en cuenta será siempre un adulto con una fuerte autoestima y con
mayor seguridad. Una persona que sabe que es escuchada y sabe que con su
voto puede cambiar las cosas le va a proporcionar mucha seguridad en la
vida.
Por lo tanto, la escucha tiene una importancia muy grande porque es la base de la autoestima y de la seguridad.
¿Cuáles
son los principales errores que cometen los padres a la hora de educar a
un niño que pueden derivar en problemas en el desarrollo personal del
niño?
Uno de los principales errores es el
desequilibrio que existe entre la importancia que hoy se le da al cuerpo
sobre la mente. La mayoría de los padres priorizan el cuidado del
cuerpo del niño a la mente. Actualmente, lo que sucede es que le damos
mucha importancia al cuerpo: que el niño vaya lavado, que coma muy sano,
que duerma en la cama con el mejor colchón, etc. Y, todo esto está muy
bien, no digo que no se tenga que hacer esto, pero a veces hay que
equilibrar y priorizar otras cosas. Pongo un ejemplo: priorizar el que
el niño se coma un día una manzana frente al disgusto que le dan porque
le obligan a comer la manzana no siempre es la mejor opción. A esto me
refiero cuando digo que dan prioridad al cuerpo sobre la mente, poniendo
éste por encima de sus sentimientos.
Y lo que yo digo es que lo mejor es que
haya un equilibrio entre las dos cosas. El niño tiene que comer verduras
y cosas sanas, claro que sí, pero si un día resulta que el niño no
quiere verdura y vais a montar un follón en casa, le vas a castigar...
eso no te merece la pena. Hay ocasiones en las que es bueno dar
prioridad a la mente frente cuerpo. El niño no se va a morir por no
comer un plato de verdura y sin embargo todo el mal rollo que genera el
obligar a comérselo sí puede dejarle secuelas.
En demasiadas ocasiones los padres
priorizan el cuerpo, que está muy bien, pero a veces, ante la duda,
valdría más la pena priorizar la parte psicológica que la parte física.
Hay que saber ceder y guardar el
equilibrio. Priorizar el cuerpo a la mente, con un niño completamente
sano, no siempre es lo mejor. Muchas veces no se tienen lo
suficientemente en cuenta los sentimientos de los niños.
Suele ser
bastante común en la sociedad actual que los niños reciben constantes
premios en forma de regalos materiales por cosas que entran dentro de
sus responsabilidades diarias, ¿En qué consiste y qué consecuencias tiene el “síndrome del niño hiperregalado”?
No es el síndrome del niño hiperregalado,
es el síndrome de los padres hiperregaladores. Siempre hacemos quedar
mal al niño y no creo ni que sea verdad, ni justo.
Un niño de 1-3 años no es un niño
hiperregalado. Hay gente que tiene un niño de tres meses y que para
Reyes ya le traen la moto. Así que el problema es del padre, no el niño.
Un niño de 1 año no te ha pedido 26
juguetes para Navidad. Muchos padres quieren suplir con sus hijos lo que
ellos no tuvieron y les regalan mil cosas que el niño ni siquiera le ha
pedido. Por regla general lo niños no suelen pedir tantas cosas. Así
que es hora de dejar de culpar al niño y hablar con propiedad. El que
tiene un síndrome es el padre, no el niño.
Y la otra parte de la pregunta, la de
recibir regalos materiales por cosas que entran dentro de sus
responsabilidades diarias a mí me gusta.
Creo que es bueno que los niños reciban
regalos por cosas normales. No por cada cosa que hagan, pero sí de vez
en cuando por hacer bien sus responsabilidades diarias.
Yo, por ejemplo, cuido de mi familia y de
cuando en cuando, sin que venga a cuento aparece mi marido con un ramo
de flores y, me da un beso y me dice para la mujer más guapa del mundo,
por cuidarnos tan bien. Y a mí eso me encanta. Simplemente he cumplido
con mi responsabilidad del día a día, pero me encanta que me reconozcan
mi trabajo, a mí y a cualquier persona, a los niños también. Que un día
mis hijos lleguen a casa y me traigan un detallito, una simple flor y me
digan que soy la mejor mamá del mundo... claro que no he hecho nada más
especial que el simple hecho de cumplir con mis responsabilidades
diarias, pero ese detalle por sorpresa a mí eso me encanta.
El dar un regalo por cosas normales es algo a lo que nos tendríamos que acostumbrar todos.
No confundamos esto con el chantaje: -si
haces la cama te doy después un chupachús; o acaba tu tarea y tendrás
después un juguetito... No, eso no. Pero de cuando en cuando coger y por
sorpresa cuando llegue del cole hacerle su tarta favorita y decirle:
"te he hecho esto porque eres el mejor hijo que una madre puede tener", o
"porque llevas una semana bañándote solito", o "porque haces no sé qué
cosa".
Decirle al niño de cuando en cuando lo
bien que lo está haciendo y acompañarlo de un detalle, eso es
maravilloso y gusta a todo el mundo. El recompensar las cosas normales
me parece bien, sin abusar.
En cuestión de
educación, suele darse el hecho de que los padres refuerzan aquellas
materias donde el niño flojea más. Esto es, si el niño es un genio en
educación física pero le van mal las mates lo que suele hacerse es
ponerle un profesor particular de matemáticas, cuando muchos expertos
advierten de que lo provechoso sería hacer justo lo contrario. ¿Qué debemos hacer para ayudarles a sacar lo mejor de ellos?
Hay que hacer las dos cosas. Es
importantísimo fomentar aquello en lo que el niño es bueno, porque no
tenemos tantos talentos en este mundo y si no fomentamos lo que los
niños pueden dar de sí, aquello en lo que ningún otro hará se perderá
ese talento. Hay que fomentar aquello que al niño se le da bien porque
niños que sepan sumar tenemos muchos pero niños que sean funambulistas
no hay tantos.
Creo que debemos de fomentar el don que
tenga cada niño, pero cuando hablamos de la escolarización obligatoria
también hay que reforzar aquellas áreas en las que el niño no llega a
los mínimos. ¿Por qué? Porque si no llega a esos mínimos establecidos el
niño se puede encontrar en el futuro con muchos problemas. Pero una
cosa es reforzar porque el niño no llega al límite y otra cosa es
aquellos padres que dicen mi hijo saca ochos y le voy a poner un
profesor de refuerzo para que saque dieces. Eso último es fastidiar al
niño.
A mi me gusta recordar que antiguamente,
en la época de mi madre, cuando veían que un niño era muy movido la
gente le decía a sus padres, -éste te va a salir futbolista. Y las
madres lo que hacían era darle una pelota para que saliera a jugar a la
calle al balón. Por el contrario, cuando veían a un niño que era más
tranquilo lo que se decía es que iba para notario y las madres lo que
hacían era dar al niño más libros para que leyeran más. Esto era así de
sencillo.
Ahora no. Los padres de ahora cuando
tienen un niño movido en vez de darle un balón lo apuntan a yoga y,
cuando tienen un niño al que le encanta leer y es más tranquilo en vez
de regalarle más libros lo que hacen es que lo apuntan a fútbol porque
el niño tiene que socializarse y hacer más deporte.
Entonces, resulta que aquel niño que iba
para futbolista nunca será un buen futbolista porque no le has dejado
practicar; tampoco será un gran maestro de yoga porque le has obligado a
practicarlo de pequeño y odiará el yoga para el resto de sus días. Y,
por el contrario ese niño tranquilo que estaría la mar de bien leyendo y
que quizás de mayor sería un gran literato no podrá leer ni la mitad de
lo que quiere y encima odiará el fútbol. Y eso es lo que estamos
consiguiendo ahora.
Fuente: http://www.pequemundo.es/Post/jove